En mi pequeño baúl hay una carpeta azul con unos cuadernos, fotos y apuntes hechos hace muchos, muchos años, a mí me parece que llevan desde ayer, pero no es así, las gomas que cierran la carpeta están rotas, tienen tantos años!! Son tan viejas!! Así y todo sigue ahí, en el baúl esperando que yo la saque la abra y de a conocer sus secretos que en realidad no lo son. ¡¡¡Parece que me lo está pidiendo!!!
Mi carpeta azul mi carpetita. La que guarda recuerdos de mi niñez en la que guarde recortes de montaña y alpinistas de los Alpes, mapas, libretas y alguna foto junto con las listas de lo que teníamos que llevar cada uno en la mochila cuando íbamos al monte. Son recuerdos de tiempos cuando nos entro el amor por la montaña, de cuando íbamos al monte de lo más contentos con la mochila de cuero a la espalda y las medias subidas hasta debajo de la rodilla por encima del pantalón, imitando a los verdaderos montañeros que veíamos en las revistas y algunos libros de montaña.
He abierto mi carpeta he sacado todo sobre la mesa y a cien no, a mil por hora se me pasan por la mente eso días tan felices y tan intensos, podría decir que siento en mis dedos la rugosidad del granito y de la caliza, el olor de la piedra mojada, las noches pasadas entre mantas en la tienda de campaña, del frio de las mañanas, de los cantos del ruiseñor que nos despertaba. Ahora de nuevo guardo todo en mi carpeta y la meto otra vez en el baúl para que no se pierda nada, pero antes os quiero enseñar su contenido. Más de uno recordara esos tiempos vividos con la misma felicidad que yo los he recordado.
Qué recuerdos tan bonitos cargados de añoranza de amistad y compañerismo, no los podré olvidar nunca. Cada momento vivido, cada salida al monte los tengo retenidos en la memoria como si hubieran pasado hace unos momentos.
ResponderEliminarLas primeras escaladas en la Arboleda en pequeñas rocas que nos parecían grandes paredes de los Alpes, bajando a simas y entrando en cuevas para explorar sus secretos. En verano o en invierno, nos daba igual, el caso era salir a disfrutar de lo que más nos gustaba, el contacto con la naturaleza.
Todavía, guardo unas botas que compré para la nieve.
ResponderEliminarLa humedad no pasa ni queriendo,pero pesan unos trece kilos cada una.
Las Kamet? A mí se me desgastaron las suelas y las perdí, qué pena!! Un día que estaba haciendo travesía desde Cuchillón a Tres mares ,me ofrecieron por mi piolet de siempre un montón de pasta, pero la rechace, tampoco les hubiera vendido mis antiguas botas kamet. Ya no las tenía.
ResponderEliminarSaludos
A las Kamet les dimos mucha caña y aunque al principio te destrozaban los pies, despues se acoplaban como un guante. Yo tampoco las conservo. Aunque el piolet de siempre y los camprones,creo que están por hay. Lo que si conservo es el casco de escalado que me compré cuando íbamos a Atxarte.
ResponderEliminarLas cosas de valor aunque sea un valor sentimental no se desperdician, se guardan, los crampones y el piolet están a buen recaudo y mi casco Galibiet támbien
ResponderEliminarNuestras primeras botas de monte fueron unas katiuskas que nos compraron nuestros padres, las estrenamos en el monte Unzillaitz una vez que fuimos con los del club alpino de Sestao. Al bajar por la pedriza casi acabamos con ellas, pero las dimos una buena limmpieza y como nuevas. Después vinieron las Kamet.
ResponderEliminarKatiuskas no, txirukas, que eran las mejores que había entonces, sobre todo para el bolsillo. Ya me entendéis.
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